martes, 29 de marzo de 2011

Ilusión óptica


Fue un día en el que andaba de compras. Y de pronto decido adecuarme, de fachada, a la Revolución.
Ella que baja y yo que subo. Ella que cierra la puerta de la casa mientras a mí me queda por dejar atrás los últimos escalones.
Gira, me ve; se sorprende. La negra se queda blanca. No habla, no dice; la de lengua larga está muda.
—Juli— la nombro.
Silencio.
—Juli, ¿cómo estás?— insisto.
Le vuelve el color y el habla. A la doña se le pasa el asombro y la mudez.
—¡Ay, muchacho!, exclama.
Después me contó que al verme así, “con esa boina, y de barba”, pensó que se le había aparecido el Che Guevara.

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