martes, 29 de marzo de 2011

Decir, esa es la cuestión


El pueblo no es espejo de sus más notables artistas musicales. Silvio y la nueva trova dicen lo que tienen para decir con la voz y con las letras. En cambio las gentes, artistas del baile, dicen alguito con las palabras y casi todo con el lenguaje gestual. Mientras los músicos ni se mueven para contar historias, los cuerpos del pueblo vibran para hacer saber de sus vidas.

Ilusión óptica


Fue un día en el que andaba de compras. Y de pronto decido adecuarme, de fachada, a la Revolución.
Ella que baja y yo que subo. Ella que cierra la puerta de la casa mientras a mí me queda por dejar atrás los últimos escalones.
Gira, me ve; se sorprende. La negra se queda blanca. No habla, no dice; la de lengua larga está muda.
—Juli— la nombro.
Silencio.
—Juli, ¿cómo estás?— insisto.
Le vuelve el color y el habla. A la doña se le pasa el asombro y la mudez.
—¡Ay, muchacho!, exclama.
Después me contó que al verme así, “con esa boina, y de barba”, pensó que se le había aparecido el Che Guevara.

domingo, 27 de marzo de 2011

Convencimiento


“Y lo que no nos pueden perdonar los imperialistas es que hemos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos”. La frase es parte de un discurso de Fidel Castro, pronunciado después de la victoria en Playa Girón.
Las imágenes las vi por televisión. De todas ellas, la que más me impresionó fue la de un muchacho, de veintidós años, revolucionario, que peleó voluntariamente por la causa. A él, a Eduardo García Delgado, lo cruzó un misil que le partió los huesos. Sin embargo, como si se tratase de un dibujito animado que resiste hasta lo inverosímil, mientras se moría, con su sangre misma escribió FIDEL en una pared.

jueves, 24 de marzo de 2011

El capitalismo no está de moda


Cuadros del Che, Fidel en la televisión, una biblioteca roja y le prédica cotidiana acerca de la Revolución. Con Bettina, una chica austríaca, compartimos unas horas en la misma casa de familia, ese ambiente tan particularmente cubano.
Simpática y lanzada a trazar una comparación con lo que sucedía en su país, reflexionó: “Acá ser revolucionario es usar Dolce&Gabbana”.

Nada se tira, todo se recicla


Vicente me contaba con gracia e ingenio sobre el ingenio cubano. En la isla los recursos son tan escasos que el lujo es una palabra que se conoce sólo por diccionario. Y entonces este morocho cuarentón me detalló cómo se reciclan los autos, cómo se les agrega motor a las bicicletas, de qué manera se instalan caseramente sistemas y moldes y piezas y etcéteras para que todo funcione con el menor gasto posible.
En aquella enumeración infinita de inventos, Vicente no me nombró uno que yo pude percibir caminando a cualquier hora, por cualquier esquina de Cuba: ahí se inventó la decencia.
Piropo de él a ella, cuando la ve pasar:
—Mami, llévame contigo.

Ahí están, ellos son


Hay un ejército enorme de revolucionarios silenciosos que construyen el socialismo sin echarse a la propaganda.
En paralelo, existe un grupo minúsculo de gente que revolotea alrededor del turista para chistarle al oído sus problemas. Esos, los que mendigan beneficios y piden CUC (divisa internacional) relatan su propia versión. Por culpa de esos pocos y pocas, Cuba no tiene la mejor prensa. Pero quién puede hablar mal del país que parió el sistema social más justo del mundo.

Cómo te lo digo


Los cubanos se soplan las palabras y sus oídos agudos captan los significados. Hablar en castellano no alcanza para seguir el rastro de esas palabras arrastradas, dichas por lo bajo.
Pero entre ellos, los cubanos, se entienden a la perfección. Acaso lo establecido, el orden de cómo se dice lo que se dice, no tenga cabida en la revolución del discurso. Es desde allí donde los cubanos construyen su realidad.

Ad hoc
Cuando uno saluda al pasar, el cubano corresponde con una contestación. Al menos emiten un sonido que lleva a la suposición de creer que uno también fue saludado. Ahora, qué es lo que dicen vaya uno a saber. Ese misterio lo conservan muy bien.

Te sigo a todos lados


Pasó que no supe; pasó que supuse. No saber es probable. Lo que no se puede es dejar de pensar cómo pudo ser. Y uno imagina hasta que llega el día de constatar la verdad.
A Cuba se la puede disfrutar sin plata. Sin embargo, saber más allá de sus límites geográficos tiene costos altísimos. Pasa que mientras uno vive y siente el socialismo desde adentro se olvida de su propia casa.
En la maravillosa Cuba es fácil olvidarse de la patria. De Atlanta, imposible.

No tiembla, late


La música brota por los poros del asfalto. En cualquier rincón o plaza o pasillo o calle, Santiago de Cuba regala melodías.
Me habían dicho que en esta parte de la isla, la tierra temblaba. Los científicos, ensimismados en su ciencia, insisten en dar explicaciones sobre el reacomodamiento de las placas tectónicas.
Las verdaderas razones son otras: si el oriente de este país caliente se mueve, es porque su gente no para nunca de bailar.

Un pasito para el fondo


La Habana es suave, armoniosa, le encanta encantar. Su andar cansino se presenta a suicidio cada vez que hace su entrada triunfal alguna guagua. Los cubanos y cubanitos corren al asalto del medio de transporte más popular de la isla. La horda de gente ataca las puertas y se mete a los empujones para producir el milagro; donde ya no había ni un poquito de lugar, ellos se encajan y entrelazan piernas y brazos para poder caber todos. Y encima, sonríen.