miércoles, 20 de abril de 2011
Psicología habanera
De chiquito le tenía mucho miedo a la oscuridad. Tanto fue ese susto que los efectos se extendieron hasta estos días, en los que no hubo quien lograra calmarme esas sensaciones. La Habana me curó sin decir. Esa ciudad tan antigua como entrañable de noche cierra los ojos y no deja que nadie vea. Ni un robo ni nada malo pasa en La Habana, a pesar de la oscuridad.
Rendido ante la evidencia, ahora me temo temerle a las luces de Buenos Aires.
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